Atrás en el recuerdo quedó la época en que algunas
editoriales españolas "expurgaban" de regionalismos las obras de autores
latinoamericanos con el pretexto de que sus lectores no los iban a
entender ( Pedro Páramo y El llano en llamas , de Juan Rulfo, sufrieron este sorprendente procedimiento).
Hoy, con la publicación del monumental Diccionario de americanismos y con la incorporación al Diccionario
general de muchas palabras usadas en América latina por sugerencia de
algunas de las Academias de la región, la RAE parece haber expiado
aquellos viejos pecados imperialistas.
De manera que el español, nuestro idioma, está hoy
constituido por el aporte constante de los casi 500 millones de
hispanohablantes, y esa realidad le ha permitido decir a Mario Vargas
Llosa, hace pocos días, que es la lengua "más pujante" después del
inglés.
Al conocer la noticia de que había ganado el I Premio
Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma
Español, otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
mexicano (Conaculta), Vargas Llosa llamó a hacer más en cuanto a la
"circulación de libros y autores", porque así se permitirá mostrar "la
riqueza, la variedad, la diversidad de nuestra literatura", y de
apuntalar y fortalecer "el denominador común" que es el idioma, añadió.
En un reciente artículo publicado en el diario Página
12, el escritor Mempo Giardinelli, con dulzura, pero con firmeza,
rebatió algunos conceptos de Don Mario, como lo llama: "Que me
disculpen, pero no dejaré de insistir en que en nuestra América nosotros
no hablamos «español» sino «castellano americano», el mismo que
prefiguró Andrés Bello hace 200 años". Y agregaba Giardinelli: "Desde
siempre, por generaciones, el nombre de nuestra lengua para hablar, leer
y escribir, o sea el nombre del idioma de nuestra literatura -Bello dixit
- fue castellano: «Se llama lengua castellana (y con menos propiedad
española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes
pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados
hispanoamericanos»".
Para zanjar la cuestión, que sigue muy viva y cada
tanto reaparece, recordaremos aquí una vez más el título de un libro del
maestro Amado Alonso: Castellano, español, idioma nacional,
escrito en 1938 para "indagar cuáles han sido y son sus nombres [los de
nuestra lengua] y qué contenido espiritual tienen, qué fisonomía
cultural reflejan y qué dirección de anhelos ha impulsado a los
hispanohablantes a preferir uno u otro". Alonso -autor, junto con Pedro
Henríquez Ureña, de la celebrada Gramática castellana -
concluye en el final de su obra que "castellano y español nombran a un
mismo objeto con perspectivas diferentes. El uso de uno u otro nombre
tiene, pues, justificaciones diversas y ocasionales [?] Cada uno de los
dos nombres designa con igual capacidad el mismo objeto, y cada uno por
su lado es el más propio para expresar la diferente visión afectiva y
valorativa que se haya tenido o se tenga del idioma".
En fin, que podemos usar uno u otro nombre, legalmente y según el espíritu que nos anime en el momento.
muy interesante texto.
ResponderEliminarnuestra lengua es riquísima, se la llame como se la llame de acuerdo a sus regionalidades, lo penoso es ver cómo se va perdiendo la amplitud y la belleza del lenguaje en el día a día.
saludos.