Nuestra lengua y la complicidad entre hermanos
Mario Vargas Llosa.
Graciela Melgarejo
/ Editorialista del diario La Nación*
Fernando Vallejos: "La palabra
«americanismo» debe desaparecer
porque nosotros somos el idioma…”
Es lo que ocurre entre los más de 500 millones de hispanohablantes -528, según las últimas precisiones de don Víctor García de la Concha, director ahora del Instituto Cervantes- y es lo que, de distintas maneras, quedó demostrado en el VI Congreso Internacional de la Lengua (CILE), en Panamá. Aunque no hayan pasado más de quince días de su realización, algunas conclusiones se imponen. Los primeros en sacarlas, los escritores, y está muy bien, porque nunca es bueno que un escritor se calle.
Las ponencias más comentadas fueron la de Mario Vargas Llosa y la de Sergio Ramírez, porque ejemplificaron cómo interpretar el tesoro de la lengua española desde muy distintos puntos de vista. José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, le expresó al periodista Guido Carelli Lynch que "los congresos de la lengua nunca son importantes desde el punto de vista científico; el CILE reúne gente vinculada al idioma, instituciones, editoriales y como elemento para poner la lengua en el tapete sirve". Y sirvió.
Es lógico entonces que haya observaciones muy transgresoras, pero bastante atinadas; por ejemplo, el escritor, periodista y diplomático Albino Gómez escribió a Línea directa un correo electrónico sobre los últimos comentarios del escritor colombiano Fernando Vallejo a propósito del idioma compartido. "Vallejo dice que las diferencias entre el español de América y el de España aumentan cada día: «En general, son diferencias de vocabulario y pronunciación. Como nosotros somos 21 países y ellos uno solo, diré que el español es el hispanoamericano y no el peninsular. España es una provincia anómala del idioma, de la que podemos olvidarnos, a ver si consumamos así nuestra independencia de ellos, que nunca ha sido completa»".
Y remata Vallejo, según el mail de Gómez: "La palabra «americanismo» debe desaparecer porque nosotros somos el idioma. La que tenemos que introducir entonces es «españolismo» para designar lo que es propio de España, o sea, lo anómalo".
Un precioso razonamiento, muy "vallejiano", con el cual, por supuesto, no hay que estar de acuerdo totalmente, porque ¿quién puede erigirse en dueño absoluto de nada, y menos de la construcción de un idioma, que es una tarea colectiva y, la más de las veces, inconsciente? Los académicos de la lengua, por ejemplo, no serán nunca elegidos por la decisión democrática de los millones de hispanohablantes y no por eso dejan de contribuir grandemente a la "unidad en la diversidad". Basta ver (y leer y entender) la versión beta del sitio de la RAE ( www.rae.es ) para darse cuenta de dos cosas: del inmenso trabajo realizado y de que la Gramática y la Ortografía están, ahora, más que nunca a la mano de cualquier hablante que tenga acceso a Internet y ganas de consultar sus dudas. No es menudo logro, hermanos.
* Esta nota fue publicada en La Nación, Buenos Aires (3.11.13).
Sergio Ramírez.
